La casa de las estaciones...

Verano lo sabe, que tiene que irse. Queda poco tiempo para que Otoño cruce la puerta y ya no debería estar en esa multipropiedad de ritmos fijos que comparte desde tiempos inmemoriales con sus hermanos. Pero este año hay algo que le preocupa demasiado y sobre lo que tienen que hablar largo y tendido antes de que se produzca el cambio de inquilino en la casa. Este año hay una novedad maravillosa, tierna y divertida aunque ¡a saber cómo se la toma su hermano si no se lo explica todo antes de descubrirlo! ¡Con lo sieso que es a veces! Un viento frío que hace que la temperatura de la casa baje de repente le deja claro que no va a tardar en descubrirlo.

-¿Pero es que nunca sabes marcharte a tiempo, Verano? ¡Que ya ha llegado mi turno y sigues aquí! ¡Mira que eres remolón!

-Tranquilo, Otoño, que no quiero robarte tiempo. Pero es que este año hay algo de lo que tenemos que hablar.

-¿Hablar? ¿De qué?

-De una novedad.

-¿Una novedad?

-Sí. Este año no estarás solo en la casa.

-¿Cómo que no estaré solo? ¿Acaso piensas quedarte?

-No, pero es que... Es que...

Otoño se fija en su hermano y, siguiendo su mirada, lo ve: un ser pequeño y peludo está jugando entre las piernas de Verano mientras hace jirones su fina túnica. 

-¿Qué es eso que tienes ahí, Verano?

-Es lo que trataba de contarte, Otoño, que nuestra hermana Primavera acogió a este pequeño ser llamado gato y estará aquí hasta que encuentre un hogar definitivo.

-¿Estás diciendo que la casa de las estaciones se ha convertido en el hogar temporal de esa criatura?

-Sí, hasta que encuentre una familia definitiva estará aquí. Con Primavera estuvo un par de meses. Conmigo, tres. Ahora es tu turno y sé que sabrás hacerlo.

El gato clava sus ojos en los de aquel hombre maduro y algo taciturno que le mira sorprendido y en un instante, con solo esa mirada junto a un leve "miu" le conquista para siempre, que Otoño llevaba ya unos cuanto eones sintiéndose solo en la casa y tener compañía le parece algo estupendo. Tener alguien con con quien sentarse al lado de la chimenea, con quien cobijarse bajo las mantas, con quien mirar la lluvia al otro lado del cristal... ¡Qué maravilla!

-Por mí no hay problema, puedo cuidarle, no tengo inconveniente. Pero sabes que nuestro hermano Invierno es más severo. ¿Qué pasará con el gato cuando llegue su turno?

-Tú solo cuídale, Otoño. Deja que siga creciendo y que coja las fuerzas y confianza suficientes para enfrentarse a Invierno, que nuestro hermano es frío pero no de piedra.

-Sea como dices, Verano. Pero márchate ya y deja que yo me ocupe de todo.

Antes de desaparecer, el dulce Verano hace una reverencia ante su hermano y, acto seguido, se despide con dulzura del gato.

-¿Miu?

-Ya me voy, pequeño,. Ahora te quedas a cargo de Otoño, que parece un poco gruñón pero es encantador. ¡Ve con él y sé feliz! Y ¿quién sabe? Quizá, si no encuentras una familia definitiva, volveremos a vernos en unos meses. 

El gato, tras frotarse con su cálido amigo y verle desaparecer, corre a enredarse entre las piernas con olor a hojas caídas de su nuevo cuidador, ese con el que pasará la próxima estación.

-¡Miu! ¡Miu!

-Jajaja. Yo también me alegro de conocerte, pequeño. Yo también me alegro.

Y ronroneo, ronroneado, este cuento con gatos se ha terminado.

Acoger gatos salva vidas
Willow de Asociación Protectora Colonia Felina Torrox de Jerez (Cádiz)

Hoy nuestra dedicatoria del relato es póstuma, que en la foto tenéis al bello Willow, un gato encantador que, acogido por la Asociación Protectora Colonia Felina Torrox, estaba esperando su oportunidad en forma de familia bonita pero que nunca tuvo ni tendrá la suerte de encontrarla porque me he enterado de que, tras muchas luchas, ha fallecido sin lograrlo. ¿El consuelo que queda ante su pérdida? Que este grandullón con pasado no estuvo solo en realidad, que, desde que le rescataron, le cuidaron y le quisieron devolviéndole a un gato abandonado y positivo a leucemia como él toda la dignidad que cualquier gato merece. ¿Cómo? Dándole un hogar de acogida en el que esperar las estaciones que hiciera falta y donde estoy segura de que fue feliz y donde siempre le recordarán. Bye, bye, gatazo hermoso. Te llevas una maletita llena de amor y, de paso, este cuento que no te llegó en vida pero que ojalá te haga ronronear aunque ya sea la otro lado del arcoíris.

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