El espíritu de la Navidad 😊

Era la noche de Nochebuena y allí estaba Marta, arreglada para la ocasión y radiante a pesar de los años ante una mesa de postín. Maurice la miraba atento mientras la mujer revisaba que platos, cubiertos y servilletas estuvieran impecables. 
-¿Sabes qué te digo, Maurice? Que esta Nochebuena cenaremos solitos pero a lo grande. ¿Te parece, buen amigo?

El gato le devolvió un maullido de asentimiento mientras saltaba del aparador al suelo y de allí a una de las sillas dispuestas en torno a la mesa, listo para disfrutar del festín al que nadie más iba a llegar a tiempo. A Marisa, la hija de Marta, le había tocado un viaje fabuloso en el súper de su barrio y estaba disfrutando de la calidez de las Canarias en pleno diciembre y su nieto Héctor estaba atrapado en un aeropuerto suizo del que no podría salir antes del día siguiente por culpa de una ventisca. Los dos habían llamado para desearle lo mejor, pero este año ni siquiera su ausencia había logrado que Marta perdiera la sonrisa, que esa noche mágica que unía familias siempre había sido importante para ella y esta vez, a pesar de todo, tenía que ser muy especial.

Después de cenar, Marta apagó las velas y se acomodó en la mecedora arrullada por la penumbra y el silencio. De pronto, Maurice empezó a sentir algo, primero un susurro, después un rumor, un ronroneo que no salía de él y que anunciaba que algo se acercaba despacito pero decidido, algo que venía a compartir la noche, algo que Marta presentía desde hacía tiempo y a lo que dio la bienvenida con el cuerpo y con el alma. El gato, nervioso, bajó de su silla y de un brinco se acomodó en el regazo de la anciana.

- Ah, ya viene, Maurice- le dijo mientras le acariciaba.- No te asustes por lo que vas a ver, cariño, que aunque a veces entristece, nunca hace daño.

Y mientras gato y mujer se estremecían mecidos por un remolino de sentimientos presentes, pasados y futuros, Marta volvió a ser una niña con trenzas tomando chocolate caliente junto al hogar entre la risa de sus padres. Y se convirtió en una preciosa joven rodeada por los brazos de Miguel, aquel hombre que siempre la volvió loca, mientras se robaban divertidos besos de amor bajo el muérdago. Y siendo de nuevo una joven madre, disfrutó de Marisa, su hija aún pequeña y sonriente abriendo regalos junto al árbol. Y fue abuela y tuvo cerca a su nieto deseándole felices fiestas mientras brindaban con gaseosa en una mesa preparada con esmero para la ocasión. Torbellinos de recuerdos felices, calor de hogar, familia y esa melancolía alegre que vuelve a casa por Navidad al recordar a los que no han podido llegar e incluso a los que ya no están. Y la magia colmó la estancia y el corazón de Marta mientras los tiempos se confundían por una noche para lograr que una anciana volviera a abrazar a todos sus seres queridos.

Maurice, que presenció todo con sus ojos de gato bien abiertos, se dio cuenta de que Marta había tenido una vida plena, intensa y feliz pero también supo en lo más profundo de su corazón gatuno que esta iba a ser su última Nochebuena juntos y la tristeza le embargó: "Ohh, Marta..."

Al sentir la pena de Maurice, el espíritu de la Navidad que les visitaba y que era el responsable del prodigio, quiso tranquilizar y animar al gato mostrándole un retazo de su futuro: el de la próxima Nochebuena en otra casa, ante otra mesa en la que Marta ya no estaba pero en la que su nieto Héctor le rascaba la cabeza al recordar junto a aquel gato a su abuela.

- Todo irá bien, Maurice. Todo irá bien…

Y dejándose llevar por la seguridad que la voz y las caricias de Marta le transmitían, Maurice terminó por relajarse y dejarse llevar hasta que se quedó dormido mecido entre recuerdos de tantas Navidades llenas de amor.

Y ronroneo ronroneado, este #CuentoConGatos se ha terminado ❤ 

gato descansando pixabay congatos

Aviso para GATOnautas: Este cuento es el de una Navidad pasada, la de 2015, una de no hace tanto pero que parece de hace un montón. Y quizá hoy los motivos para cenar entre sillas vacías sean distintos a los de entonces, que en 2020 los viajes son complicados y demasiados trocitos de vida se nos han ido prematuramente al cielo, pero, a pesar de las diferencias, he preferido dejarlo tal cual se publicó en su momento y no adaptarlo a los tiempos raros que estamos viviendo porque la esencia de la celebración íntima y personal que ni un virus puede arrebatarnos está ahí. ¿La sentís? Es por eso que hoy elijo rescatar este relato tal cual, para compartir con todos la ilusión por seguir adelante y el deseo por que todo esto, a pesar de las dificultades, vaya mejorando. Sed dichosos, felices y responsables, mantened bien alta vuestra esperanza y que una ronroneante y felina Navidad pasada, presente y futura os acompañe y os colme como a Maurice y Marta 😉 Ho, ho, ho.

Texto original publicado y republicado en Facebook @congatosloloco (25/12/2015 y 24/12/2020)

Comentarios