Ella...

-¡Eh, tú! ¿Quién eres?

-Soy el gato que antes vivía aquí.

El gatito, aún erizado por el susto pero con la intención de defender sus derechos, se encara directamente con aquel gato aparecido de la nada y que, no sabe muy bien cómo, acababa de invadir su territorio.

-Y si ya no vives aquí ¿para qué has vuelto? ¿No ves que ahora soy yo el que vive en esta casa?

-Tranquilo, amiguete, ¿vale? Solo he venido a comprobar que Ella sigue bien.

-¿Ella?

-Sí, Ella.

Y mientras pronuncia despacito estas palabras, aquel gato etéreo y fosforescente estira muchísimo el cuello señalando el camino al único dormitorio del apartamento donde Ella hace rato que duerme, gesto aclaratorio que no hubiera sido necesario porque Ella vive sola y no hay nadie más en la casa.

-Pues Ella está bien, ¿vale? ¡Hala! ¡Ya puedes irte por donde has venido!

-Venga, chaval, que con eso no me basta. ¿Come bien? ¿Duerme tranquila? ¿Ha vuelto a sonreír?

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Porque hay noches en las que pasado y presente se reúnen y hablan bajito sobre nosotros. El cuadro es obra de Begoña de Artemanía. ¿Aún no habéis visitado su web?

Demasiadas preguntas, demasiado interés, demasiado sentimiento. ¿Y si aquel gato no es un extraño? Y entonces el gatito, que no es tonto, empieza a atar cabos: la foto de un gato grande y desconocido en la mesita del salón, aquellos juguetes heredados, el olor a otro en las mantas...

-¿Tú eres el gato que se fue para no volver?

-Sí, ese soy yo. 

-Pero... ¿no te moriste?

-Así es y así sigo pero la quise tanto que he pedido regresar del otro lado del arcoíris un rato para comprobar que todo va bien. Y, de paso, para conocerte.

-¿A mí?

-Claro. Un placer, por cierto.

-Encantado...

-¿A que es fantástico vivir con Ella?

-Supongo. Aún no me fío mucho y me escondo y bufo y solo salgo para comer.

-¿Y eso por qué? 

-Porque es una humana y yo, un gato de la calle.

-Pero es una humana especial.

El gatito mira fijamente al gato espectral porque intuye por su postura que va a compartir con él una confidencia.

-Yo no siempre viví aquí, ¿sabes? Siendo un gato adulto, cuando ya había gastado unas cuantas de mis vidas callejeando, Ella fue mi oportunidad y te aseguro que fue la mejor oportunidad de todas las que podría haber tenido.

-¿En serio?

-No seas tonto y no pierdas el tiempo: deja que Ella te quiera y déjate querer.

-¿Y cómo lo consigo?

El resto de la noche pasa mientras el gato espectral comparte confidencias con el gatito. 

"Cuando Ella duerma acurrúcate a su lado. ¡Le encanta!" 

"Siempre que puedas, juega con los mechones de su pelo. ¡Es tan suave!"

"Si pillas su plato sin vigilancia, ¡ataca con la pata! Nunca se enfada."

"Cuando juguéis al pilla-pilla deja que gane. Así lograrás que sonría y eso iluminará vuestro día."

"Deja que te coja y te apriete junto a su pecho hasta que sientas como tuyos los latidos de su corazón, Bum-bum, Bum-bum,..."

Tantos momentos y tantos recuerdos convertidos en buenos consejos en una noche mágica en la que un gato grandote se dedica a pasar el testigo a un gatito para que el gatito sea feliz con Ella y Ella, con él.

Y así siguen hasta rayar el alba, momento en el que el gato espectral se despide del gatito antes de empezar a desvanecerse. 

-¡Hazla muy feliz, chaval!

Y el gato espectral desaparece del todo.

Una vez solo en casa, llega el momento de poner en práctica todo lo que ha aprendido de aquel inesperado maestro y el gatito se dirige presto al dormitorio donde Ella todavía duerme. De un brinco, se sube a la cama y se tumba a su lado, despertándola.

-Oh, gatito. ¿Eres tú? 

A modo de respuesta y mientras ella se gira despacito hacia él, él ronronea: Rrrrrrrrrrrrrrrr...

-Qué alegría, precioso. Es la primera vez que vienes a despertarme. Y es curioso porque justo estaba soñando con...

Un mechón suelto del pelo largo de Ella cae sobre la cama y el gatito, divertido y risueño, juega a cazarlo. Lo mismo que hacía aquel gato grandote al que Ella tanto quiso y con el que llevaba soñando toda la noche. ¿O quizá no fue un sueño? Mejor realidad más allá de sus sentidos pero tan real como la vida misma. Porque cuando dos corazones han latido juntos es imposible separarlos y, aunque se hayan marchado, siempre estarán ahí.

¿O acaso vosotros no seguís sintiendo a los vuestros?

Pues ronroneo ronroneado, este cuento con gatos se ha terminado.

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