Hay que ser muy hombre...

A menudo tengo la impresión que hay que ser muy hombre para ser un catlover, siendo esta una relación que no deja de tener su intríngulis cuando el cromosoma Y forma parte de tu ADN. Porque a nosotras, programadas con mayor o menor intensidad para gestar proles, la biología nos conduce irremediablemente a amar a los gatos y a responder a sus maulliditos agudos y a sus miradas de ojos inmensos con un instinto protector fuera de serie, que estamos, queridas lectoras, diseñadas indirectamente por la naturaleza para amar a los gatos y a mucha honra. Pero... ¿qué pasa con ellos?

Hombres y gatos han protagonizado a lo largo de la historia y siguen protagonizando en pleno siglo XXI un romance controvertido que a nadie deja indiferente porque en ese reparto de roles que tuvo lugar hace mucho tiempo, casi cuando Adán y Eva inauguraron nuestras andanzas por este mundo a cuentas de darle un mordisquito de nada a una manzana envenenada, parece que al sexo masculino le correspondió en su pack varonil el perro como animal de compañía (y menos mal que en el Edén nadie jugaba al Scattergories. ¿O pensáis que con un pulpo jugar a la pelota hubiera sido lo mismo? 🐙) De esta manera, mientras ellos eran ensalzados por coros de ladridos durante sus jornadas de cacerías, peleas y fuerza bruta, los gatos se quedaron con nosotras en un ámbito más íntimo y personal, envueltos en un halo femenino de independencia e insumisión que quita el "sentío" y que convierte todo lo gatuno desde tiempos inmemoriales en cosa de mujeres. ¡Olé con el topicazo y a seguir adelante! Esto... En serio... Un momento. ¿No va siendo hora de dejar atrás aquello de que los gatos son sólo para chicas?

Con las cosas claras, el chocolate espeso y los felinos ronroneando alto y claro a las puertas de cualquier hombría, ¿qué puede hacer un caballero al que le apetezca bailar #congatos? Pues, a mi modo de ver, tiene dos opciones: o se chincha y hace lo que de él se espera o hace lo que le da la real gana y lo demás se la trae al pairo. Y menos mal que, gracias al cielo, muchos machotes optan por lo segundo sin ver por ello minimizada ni un ápice su masculinidad, regalándonos los sentidos con las historias de esos #catlovers de pelo en pecho, con barba y bigote, barbilampiños, metrosexuales, hipsters, frikis, tradicionales o fofisanos pero machotes al fin y al cabo, más allá de estereotipos y de ideas preconcebidas. Y así, ¡oh maravilla!, encontramos gatos que juegan, conviven y ronronean con hombres sin que en esa relación medie mujer alguna y que hacen las delicias de todos encajando a la perfección más allá del gineceo en el que la tradición, los pintores de corte y las malas lenguas les habían recluido. Y es que quizá un gatete no se digne jamás a traer a su amo el periódico o las zapatillas o ni tan siquiera considerará a un humano como su amo pero... ¿en realidad eso son sandeces de manual que un hombre, uno que de verdad sea un hombre de los que se visten por los pies, en realidad tampoco quiere ni necesita? Aunque quizá haga falta ser muy hombre para maullárselo lato y claro al mundo.

Los catlovers existen, ¡claro que sí! Y simplemente tienen que decidirse de una vez por todas a salir de su confortable caja de cartón llena de ratitas de peluche, chuches de malta, nepeta cataria, latas de atún y montañas de pelo para contárselo a los cuatro vientos, aunque con ello llenen la red con voces más graves de lo habitual cuando hablamos de gatos. ¿Alguno por aquí que quiera demostrárnoslo?" 

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Hombres y gatos, gatos y hombres. Foto vía Gatos y respeto.

La foto que os traigo está protagonizada por un gatete y un modelo varonil indiscutible: Marlon Brando. ¿Sabéis que este actor adoraba a sus gatos sin ocultarlo, sin avergonzarse, sin reconocerlo sólo por lo bajini? Y este besazo machote-gatuno que me encanta (sacado de la entrada Marlon Brando y los gatos del blog Gatos y respeto) lo demuestra a sin tapujos. Porque querer a un perro o a un gato o a los dos no hará a nadie nunca ni menos hombre ni menos mujer, pero sí  y sin duda muchísimo más humano. Ahora, no sentir nada por ellos, ni cariño, ni empatía, ni respeto, eso ya sí que viene a demostrar el triste nivel del que algunos adolecen. Y por eso, ¡poder peludo hasta el infinito y un poco más allá! Y, por encima de todo, amor siempre y del bueno. Eso que nunca nos falte.

Texto original publicado en Facebook @congatosloloco 14/08/2016)

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