Resurrección

Lo último que recordaba era la inmensa bronca en casa a cuenta de un jarrón roto. Y después el traqueteo del coche, un trayecto largo mal acomodado dentro de una caja de cartón, un frenazo chirriante, una puerta que se abría y el golpetazo que sintió al impactar contra el arcén. Aterrado y sorprendido pero por suerte indemne, el gato logró zafarse enseguida de los restos de la caja, pero cuando por fin estuvo libre para avisar de su caída lo único que pudo percibir fueron aquellas menguantes luces rojas envueltas en virutas de humo y el ruido decreciente del motor mientras una inmensa luna colgada del cielo entre una cohorte de brillantes estrellas lo iluminaba todo. ¿Qué había pasado? Y no menos importante... ¿dónde estaba?

Quizá fue culpa de la humedad o por puro nerviosismo, pero el gato, de repente, consciente de que estaba solo en mitad de la nada, empezó a temblar. ¿Qué iba a hacer? ¿Cómo le habían dejado caer? Olfateó el aire con la esperanza de encontrar el camino de regreso pero nada de lo que olió por allí le resultó familiar. Es más... Diría que... Volvió a olfatear y percibió notas de peligro junto a esencia de asfalto envueltas en hierba fresca, tierra removida y corteza de árbol. Eso y ciertos toques de miedo y muerte animal. ¡Uf! El ulular repentino de una lechuza terminó de convencerle de que lo mejor sería avanzar en pos del coche, que su caja se habría caído del habitáculo sin que nadie se percatara y seguro que pronto volverían a buscarle. ¿Verdad?

Agotado tras varias horas y kilómetros avanzando por la carretera, esquivando coches, camiones y motos que iban y venían demasiado rápido y sin detenerse, el gato empezó a dudar. ¿Y si nadie regresaba a por él? Fue un accidente pero ¿por qué habría roto el jarrón? Y entonces, un poco más allá, lo vio: otro gato descansando, estirado y tumbado sin percatarse de que se le acercaba. ¿Estaría también esperando a otros humanos? ¿Qué habría roto él? ¡Qué alegría encontrar a alguien! Pero cuando por fin llegó a su altura se dio cuenta de que aquel compañero, aún caliente, estaba demasiado ¿quieto...? y que había exhalado su último suspiro no hacía mucho en aquella misma cuneta. Cabizbajo y desconsolado, el gato posó una pata sobre aquel pecho peludo, tibio e inerte, al tiempo que entendía que ese quizá era ahora también su propio destino. Y con el alma deshecha decidió acurrucarse junto aquel cuerpo roto para esperar sin luchar que la muerte helada se lo llevara a él también.

Y todo por culpa de un jarrón.

De repente, unas luces blancas iluminaron unos ojos entrecerrados en la cuneta y un coche detuvo su marcha orillándose en el arcén. El conductor echó el freno de mano, abrió la puerta y bajó para dirigirse despacio hacia el pequeño drama que había intuido en marcha y que efectivamente allí yacía, encontrando a un gato muerto y a otro ovillado a su lado pero todavía vivo. Con lágrimas en los ojos y sumo respeto, apartó el cadáver todo lo que pudo de la zona de rodada y utilizando una manta que llevaba en el maletero, envolvió y recogió al superviviente que, agotado tras la peor noche de su vida, no opuso ninguna resistencia.

- ¿Cómo has llegado hasta aquí, pequeño? ¿Y qué le ha pasado a tu compañero? No me lo vas a decir, ¿verdad? ¿Te parece entonces si nos vamos? ¿Te llevo a casa?

Justo en ese momento las primeras luces del alba iluminaron el cielo y un nuevo amanecer marcó toda una resurrección: la de un gato todavía asustado y muy, muy cansado pero con suficientes fuerzas para mirar agradecido al chico y que empezó a ronronear, prometiéndole en ese mismo instante a su rescatador que jamás volvería a romper un jarrón. Aunque ya os digo yo que eso, en esta nueva vida, jamás habría tenido la más mínima importancia... 

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¡Suerte, Cornetín! Y ojalá tras la noche oscura que tuviste que pasar antes de que te rescataran los voluntarios de AXLA Madrid la luz ilumine el resto de tu nueva vida. La foto es de Luis Fenández©

Queremos dedicar este relato reciclado a todos esos animales que, tras perderlo todo o no haberlo tenido nunca, renacen, resucitan y vuelven a la vida gracias a gente maravillosa que no es capaz de mirar hacia otro lado. Y para ilustrar texto y dedicatoria, os presento a Cornetín, un gato abandonado que apareció un buen día en un pueblo y para el que la protectora AXLA Madrid busca una nueva oportunidad. Venga, que necesitamos ayuda para que Cornetín llegue muy, muy lejos, que seguro que por ahí corretea su oportunidad y este peque está dispuesto a atraparla.

Aviso para GATOnautas: Para obtener más información sobre Cornetín y convertirle en el compañero que merece ser, contactad directamente con la protectora a través de su web o sus redes sociales. ¡Ronroneos!

Texto original publicado en Facebook @congatosloloco (04/2017)

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