Quince años...

Con los ojos como platos, la vieja gata miró de arriba a abajo al gato de morro arrugado que se había detenido ante ella y sin atreverse a parpadear por si al soltar un instante su imagen de desvanecía, musitó incrédula su nombre: 

-¿Sancho? ¿Eres tú? 

Sin duda era él a pesar del porte maltrecho y del pelaje ajado. Su hermoso compañero, su Sancho, aquel gato al que llevaba esperando más de quince años. 

-Sí, Mena. ¿No te prometí que volvería?

Aquel maullido tierno pronunciando su nombre, aquel olor antiguo e inconfundible y la profundidad de aquella mirada, hicieron vibrar a Jimena y la condujeron flotando hasta su época de juventud, cuando Sancho y ella se habían emparejado una noche de primavera bajo la gran encina del prado por siempre jamás. Tiempos mejores, tiempos distintos y tan distantes, en los que sus vidas entrelazadas habían discurrido felices entre caza, juegos, siestas y un par de risueñas camadas. Al menos hasta que se declaró la guerra, la guerra contra las ratas, y el ejército reclutó a todos los gatos macho de los alrededores sin reparar en el dolor que ocasionaban, separando por decreto a la pareja y obligando a Jimena a luchar sola otra batalla, por su familia y por su vida. 

-¿Los perdimos a todos? 

La gata, temblorosa y cansada, ladeó la cabeza y rompió a llorar recordando cómo sus hermosos hijos, sus cachorros rollizos, se habían convertido en adultos lánguidos y tristes que sucumbieron al remolino de su destino: los machos, reclutados para morir por el ejército. Las hembras, rotas a parir para traer más soldaditos al mundo. Solo ella, aferrada a su instinto profundo y salvaje, había sobrevivido poniendo tierra de por medio entre la locura y su esperanza, para esperar y esperar mientras su fe se deshilachaba con el paso de las lunas, convertida en un ser silvestre que logró sobrevivir para ver a su amado cumplir su promesa. 

-Nuestras vidas no han sido fáciles, pero al menos te he encontrado a tiempo. Deja que este viejo macho te proteja, deja que mis besos acaricien tus párpados, deja que mis patas peinen tus canas y que el calor de mi pecho cobije tu aliento. Ha llegado nuestro fin, el final de nuestra última vida. Y ese, a pesar de todo, pienso pasarlo contigo. 

Y acurrucados por fin, gata y gato deambularon del crepúsculo a las estrellas hasta llegar a rayar el nuevo amanecer para mirar al alba de frente durante su último suspiro en la tierra, justo antes de partir juntos y juntos compartir la eternidad. 

congatos congatosloloco gato adopción cuento
El inmenso Dorado consultando a una rana sobre la magia de los cuentos para encontrar hogar con ayuda de Zarpas y Colmillos (Madrid) La foto es de Jorgerazo©

Hoy recupero la historia de Mena y Sancho, una que rondó mi cabeza durante semanas allá por 2017. Pasé tanto tiempo imaginando su reencuentro en la colina y viéndoles acurrucarse para vivir su último adiós que después de escribir el relato fue inevitable echarles de menos a pesar de saber que ese instante mágico dio sentido a toda una vida separados. Así, vaya este cuento  dedicado a todos esos gatos que sin tenerlo fácil a lo largo de sus vidas al final tienen un poquito de suerte. Y por todos los humanos que se emocionan con y por ellos. Y es que en realidad, ¿qué son cinco años? ¿Y diez? ¿Y quince? Que a veces, a pesar de todo, merece la pena esperar. 

Para ilustrar este relato rescatado, ¿qué os parece si os presento a Dorado de Asociación Protectora de Animales Zarpas y Colmillos de Madrid? Un gato adulto maravilloso que tras superar unos comienzos difíciles rebosa (ejem, ejem...) donosura y ganas de que una familia se fije ya en él. Y es que para eso escribimos estos cuentos, para convertir príncipes en ranas. ¿O eran batracios en príncipes? ¿Quién sabe? Lo importante, conseguir que los sueños buenos de los que más lo necesitan tomen forma y se hagan realidad. Y así... ¿Alguien que quiera besar la triponchi de este galán para siempre?

Aviso para GATOnautas: Para obtener más información sobre Dorado y convertirle en el rey de vuestra propia aventura, contactad directamente con la protectora a través de su web o sus redes sociales. ¡Ronroneos!

Texto original publicado en Facebook @congatosloloco (26/10/2017)

Comentarios