Cuando un amigo se va...

Hace tiempo leí al borde de las lágrimas una entrada que Melisa Tuya dedicó al tema de la pérdida de un animal de compañía en su blog En busca de una segunda oportunidad. Abordaba el tema tranquila y serena, como ella sabe hacerlo, pero hablar de esto siempre resulta duro porque aunque así debe ser, ese "Se irán, lo harán. Se irán y nosotros lo veremos" con el que arrancaba su reflexión siempre estremece. 

Es ley de vida que los humanos sobreviviremos a la mayoría de nuestros animales de compañía: la esperanza de vida media de perros y gatos caseros ronda los 15 años (dándose casos que llegan a cumplir 18, 19 o incluso 20) pero antes o después llega la hora de decir adiós, algo para lo que nunca, jamás, se está preparado. Y es que además del choque emocional que la muerte de nuestro animal supone y del luto que le sucede son muchos los detalles mundanos a los que deberemos enfrentarnos en unos momentos duros en los que es difícil mantener la cabeza fría y en los que seguramente no estaremos para nada ni para nadie. Y de esos pasos y obligaciones tras el óbito es precisamente de lo que hoy queremos hablaros, dejando de lado toda clase de morbo sobre un tema doliente como este pero sin olvidar que no está de más estar informados al respecto.

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Se irán y nosotros lo veremos... Foto vía Pixabay.

Y ahora... ¿qué?

Tras el fallecimiento de nuestro animal de compañía lo primero que deberemos afrontar es qué hacer con el cadáver, ya que, más allá de los sentimientos, en base a la normativa autonómica y nacional vigente, el tratamiento del cuerpo de nuestra mascota es un tema de salud pública. Las opciones que se dan al propietario son dos, la incineración y el entierro, siendo la primera la más habitual. Fría legislación aparte, el respeto por el sufrimiento de la familia se va imponiendo y poco a poco van surgiendo tanatorios y crematorios exclusivos, como La Morada de Noé en San Mateo de Gállego (Zaragoza) Cremascota en (Madrid), Prinascán en Gijón o Beti Zurekin en Astigarraga (Guipúzcoa), espacios especializados en dedicar una despedida digna a nuestro fiel compañero, aunque lo más habitual es que, atribulados como nos sentiremos en esos momentos, nos pongamos en contacto con nuestra clínica veterinaria para dejar en sus manos los trámites propios del trance.

Incineración: ¿solo o acompañado?

Volviendo sobre la incineración, sea en tanatorio privado o concertada a través de un centro veterinario, nos encontraremos con dos opciones: la colectiva y la individual. Esta última es una modalidad algo más cara pero que algunos propietarios eligen para poder recuperar las cenizas de su mascota y así conservarlas en urnas especiales (con motivos de huellas, huesos, pescados e incluso solidarias como las urnas del crematorio madrileño Hadescan a beneficio de Mascoteros Solidarios...) o convertidas en cuadros, esculturas, diamantes, flores... ¿Lo último en transformaciones? Crear con ellas fuegos artificiales que iluminarán el cielo o plantarlas en la base de un árbol que crecerá en el jardín. Aunque lo clásico nunca muere y la mayoría opta por esparcirlas en el lugar favorito de su perro o gato. La posibilidad de presenciar la cremación desde una habitación habilitada para ello es un extra cada vez menos sorprendente, lo mismo que la celebración de ceremonias simultáneas o posteriores, algo elegido por cada vez más propietarios para dedicar su último adiós al amigo que se fue de forma emotiva y especial: música, velas, recordatorios, bebidas... Y conste que sí, como para cualquier evento de nuestra vida, para estas despedidas ya hay empresas que se encargan de todo, como Eternal Pet en Tres Cantos (Madrid)

Cementerios de animales.

En cuanto a la alternativa de la inhumación, aunque su tendencia es creciente lo cierto es que a fecha de hoy siguen siendo puntuales los espacios reservados en España a tal fin, aunque es esta una modalidad muy extendida en otros países. Entre los cementerios de animales que hemos podido localizar destacan El último parque (Madrid), L'última llar (Tarragona), The Loved Ones (Torrelles de Llobregat, Barcelona), Cementerio SENA (Montserrat, Valencia) o Mi Fiel Amigo (Elche, Alicante), espacios especializados en los que se ponen a disposición de las familias desde tumbas monumentales hasta humildes fosas en suelo donde enterrar a sus mascotas además de columbarios en los que depositar la urna con las cenizas. De la mano de los enterramientos viene la fabricación y comercialización de lápidas, ornamentos y ataúdes para mascotas, estos últimos disponibles en diferentes tallas para dar cabida a toda clase de animales.

Otros trámites.

Una vez hayamos dado paz a los restos, aún nos quedará un trámite más: si nuestro animal de compañía tenía chip deberemos solicitar la baja del mismo en el registro de identificación autonómico en el que estuviera inscrito así como en el censo municipal presentando para ello un documento que certifique la defunción firmado por nuestro veterinario, con el fin de evitar futuros problemas administrativos al respecto.

¿Y qué pasa con el duelo?

Hasta aquí llegaría la exposición de las gestiones formales ineludibles tras el fallecimiento, dejando pendiente para otra entrada la compleja esfera de lo emotivo. Y es que tras la muerte de un animal, muchos propietarios entrarán en una fase de luto más o menos evidente que muchas personas de su entorno ni comprenderán ni aceptarán pero que es lícita y necesaria tras la pérdida de un ser querido. El duelo por un animal ayuda a superar la ausencia y el vacío pero tiene sus etapas y lleva su tiempo, siendo diferente en cada caso. Se trata de sentimientos normales por los que tarde o temprano todos los que mantenemos una relación sincera con algún ser vivo tendremos que sufrir/padecer/sentir/digerir/aceptar. ¿Mención especial a la hora del recuerdo? Las joyas homenaje confeccionadas a partir de cenizas como las de Eternima o incluso con pelo de nuestro animal como las de MiMiga, detalles que acompañan y sirven de consuelo. O los cada vez más habituales cementerios para mascotas virtuales como el ofrecido por Humas, espacios on line en los que colgar fotos y unas palabras en honor de nuestro compañero. Pero antes de todo esto y volviendo a tomar prestados los pensamientos de Melisa Tuya, que la muerte no nos frene y mientras nuestros perros, gatos, conejos, hurones, pájaros, iguanas, hamsters o pececillos de colores estén aquí, seamos conscientes de ello y disfrutemos a su lado tanto como podamos. Mientras estemos en este mundo avancemos riendo, jugando, corriendo y gozando, porque sí, ellos se irán, pero si aún están a nuestro lado eso es lo realmente importante... Así que una vez cumplido el trámite de la información no vayamos más allá ni suframos por adelantado, que para todo lo que tenga que ser (y que indudablemente será) ya habrá tiempo cuando toque pero, mientras tanto, carpe diem.

Aviso para GATOnautas: Al describir los servicios funerarios no hablamos de todos y en ningún momento de precios, pues varían mucho de una empresa a otra. Pero independientemente de esto es obvio que cuanto más rico y pomposo sea todo, más caro resultará... Al fin y al cabo, estamos hablando de un negocio, el de la muerte, apenas afectado por la crisis e incluso en alza en los últimos años. Sobre las empresas mencionadas, no están todas las que son, que os traemos solo una muestra de las que hemos localizado tras varias búsquedas vía Google. Este texto es una versión revisada y actualizada de Cuando un amigo se va, entrada publicada en C. T. C. en mayo de 2014.

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