Cuidado...

Todos los días lo mismo. Horas y horas vagando sobre el asfalto, esperando a los coches y espantando a sus conductores para que frenen, para que estén atentos y alerta en el tramo al que se enfrentan, que mi misión es salvar vidas, evitar que muchas historias se estrellen en un punto y final sin retorno y prevenir el dolor que yo padecí cuando... Pero... Un momento... ¡Ahí viene uno!

Es noche cerrada y por la carretera se acerca un coche a bastante velocidad con dos ocupantes distraídos, el conductor ensimismado, casi cabeceando. El brillo potente de unos ojos les sobresalta.

- ¡Frena! ¡Allí hay algo!
- Buf, menudo susto. Sería un animal cruzando.
- Será mejor que vayamos con más cuidado... 

Y mientras el último roce de la luz de los faros se pierde, un gato fantasmagórico, reflejo espectral de aquel que un día fue y que murió atropellado en ese mismo lugar hace mucho tiempo, vuelve a mimetizarse con la oscuridad, casi desvaneciéndose, a la espera del siguiente conductor al que despertar para salvar así de la muerte a cualquier pobre animal errante que camine por esas cunetas... 

Es el gato de la curva. Si le ves, ten precaución. Y si no le ves, también...

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Es noche cerrada y por la carretera se acerca un coche a bastante velocidad...

Más de 300.000 animales son atropellados o están implicados en accidentes de tráfico en nuestras carreteras cada año. Muchos son perros y gatos, normalmente vagabundos o abandonados, pero también hay caballos, ovejas, vacas, lobos, jabalíes, conejos, erizos, lechuzas, culebras, lagartos... Por eso, al volante, siempre con mil ojos. Por ellos, por nosotros.

Texto original publicado en Facebook @congatosloloco (08/10/2015)

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