Feliz Día del Gato

Porque entraron en nuestras vidas para volverlas del revés, para llenarlas de pelos, para demostrarnos el valor exacto de un rayo de sol, para robarnos las mantas, para colarse en nuestros armarios, en nuestros cajones, en nuestros corazones, para meter la pata (literalmente) hasta en la sopa, para convertirse en cómplices fehacientes de la gravedad clandestina, para colapsar la memoria de nuestros móviles, tabletas y ordenadores a base de fotos increíbles, para ponernos verdes de envidia porque la maratón de siesta existe y en eso ellos son los campeones, para demostrarnos que la felicidad reside en las cosas sencillas (cajas de cartón, migas de atún, una naricilla mojada...), para enseñarnos con pasos sigilosos el camino para convertirnos en mejores personas, para ofrecernos el placer de acariciar a un minitigre (o al menos intentarlo), para dejarnos claro que cuando la elegancia quiso un cuerpo eligió el suyo, para demostrarnos que el sonido más hermoso del mundo es sin duda un ronroneo.

Porque entraron en nuestras vidas para volverlas del revés... 

Y es que los gatos, los nuestros, los de todos, no son ni dioses ni demonios, simplemente gatos, seres mundanos y mágicos a partes iguales a los que posiblemente jamás hayamos domesticado del todo pero que, a su modo, han logrado conquistarnos porque, como todo catlover sabe, conocerles es quererles y si tú, querido lector, no has descubierto esta verdad irrefutable es porque aún no les has dado la oportunidad. Y dicho esto... ¿ronroneas? Pues eso. En lo bueno y en lo malo, en la salud y en la enfermedad, hasta que los hados o las moiras nos separen...

Feliz Día del Gato.