La plaga

Arrebujada en su gruesa capa de invierno, la mujer oteó el horizonte desde lo alto del cerro. Un nuevo amanecer descubría con su titubeante luz los campos arrasados, los parajes yermos, los árboles muertos, los ríos secos y la tierra removida y escarchada allá donde los cuerpos de los fenecidos se habían unido con la diosa ancestral en una estampa en escala de grises profundos y tristes que encogía el corazón. Cualquiera que la primavera pasada hubiera recorrido esos otrora verdes y relucientes valles jamás hubiera dado crédito al nivel de destrucción. Y sin embargo aquello era lo que las ratas habían conseguido en un puñado de estaciones: enfermedad, hambre, destrucción y olvido. 

Una ráfaga de gélido viento hizo a la mujer arrebujarse más y cerrar los ojos mientras sus pensamientos eran arrastrados a revivir al origen de todo, ese momento en el que las primeras llegaron en un goteo imperceptible a través del río. Un puñado de ratas medio ahogadas, ¿qué peligro podían entrañar? Y las dejaron quedarse. E, instaladas, empezaron a crecer, a multiplicarse y a devorar invadiéndolo todo en cuestión de semanas respondiendo a su naturaleza y propagando con su avance imparable la plaga, esa enfermedad que empezó minando a ancianos y niños y que cuando arrastró la memoria y la esperanza se ensañó con los fuertes sin dar respiro ni tregua. La plaga... La escasez... Las ratas... La muerte... Cuando se dieron cuenta ya era demasiado tarde porque la vida, roída y decrépita, les había abandonado. Pero aun así...

La mujer, majestuosa a pesar del tono de piel apagado y la extremada delgadez, esperaba cada día un milagro que devolviera la cordura a aquel valle de lágrimas y que le permitiera resucitar lo poco que aún quedaba de su reino: la cura, esa de la que un extranjero de paso por sus ajados dominios les había hablado. Un misterioso remedio contra las ratas guardado con celo por los habitantes del reino más allá del mar del sur, el lugar al que sin dudar había mandado a sus más fieles guerreros, al menos a los que quedaban, con la misión de conseguir costara lo que costara lo que quiera que fuera que podía salvarles. Y por eso cada día subía antes de que despuntara el alba al cerro para escudriñar el horizonte con la esperanza de ver a alguno regresar, pero igual que subía, terminaba bajando cada vez más cansada, cada vez menos dispuesta a creer. Hasta aquel día.

Abrió los ojos y al fijar su mirada en el acceso al valle por el camino del sur vio algo. ¿Alguien se acercaba? La silueta de un hombre cargando un cesto de mimbre a la espalda fue creciendo a cada paso. Impaciente, no pudo resistirse y salió corriendo a interceptar a quien quiera que fuera. ¡Tenía que saberlo! ¿Aquel cesto sería la respuesta a sus plegarias? ¿Lo era?

-Majestad, aquí traigo lo que estabais esperando.
-¿Y los demás?
-Murieron por conseguirlo.
-¿Qué es? ¿Una poción? ¿Un libro de ensalmos? ¿Algún amuleto?
-Será mejor que lo comprobéis vos misma.

La reina retiró con cuidado la tapa de la cesta tal y como le indicaba el guerrero y cuatro pares de ojos deslumbrados brillaron en la oscuridad del fondo. Metió la mano y agarró lo que sin duda era un animal al que jamás había visto, hermoso, tierno, cálido y salvaje al mismo tiempo.

-¿Esta es la cura?
-Los habitantes del reino del sur los llaman mius y son los cazadores de ratas más eficaces, hábiles y pulcros de todo el mundo bendecido por la diosa. Lo que aquí veis son dos parejas inmunes a la plaga, prestas para procrear y gestar un ejército.
-Cuatro mius. Colmillos, zarpas y elegancia. Con ellos venceremos y resurgiremos de nuestras cenizas.

Y la reina, heredera orgullosa de su raza y de su estirpe, sonrió por fin mientras cobijaba al pequeño milagro contra su pecho. Y el miu, seguro y protegido, se acurrucó cómodo, sabedor de que tras un largo viaje él y sus compañeros habían llegado a su nuevo hogar, ese en el que tanto les necesitaban y en el que les dejarían ser a cambio de ser ellos mismos.

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Dama azul, gato blanco... ¿Alguien conoce el nombre del autor o autora de esta mágica ilustración?

¿Qué, queridos lectores? ¿Os ha gustado el cuento de hoy? Esperamos que sí. Y ojalá, más allá de la plaga, la diosa os bendiga por ello... ¡Ronroneos!

Cuento original publicado en Facebook @congatosloloco (13/09/2017 y 29/07/2018)

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