La gata de la curva...

Está anocheciendo pero Enrique no quiere detenerse. Lleva varias horas al volante y ya queda tan poco para llegar que la impaciencia se impone y le da alas. Un recopilatorio con sus canciones favoritas conectado al lector de USB del coche anima su trayecto por la sinuosa carretera secundaria cuajada de curvas, naturaleza y laderas empinadas, esa por la que ha elegido desviarse para disfrutar del paisaje y ahorrarse de paso unos eurillos de peaje. El motor del coche, enfrentado a la pendiente, ruge imponiendo una velocidad moderada a su viaje, situación que el conductor aprovecha para abstraerse en sus pensamientos. De repente, dos puntos brillantes llaman su atención: las luces iluminan a una chica en la cuneta haciendo autoestop. ¿En serio? ¿Una autoestopista en mitad de la nada? ¡Ver para creer! ¿Estará en apuros? Pero ¿detenerse allí será buena idea? Durante varios segundos su mente inquieta se debate entre escenas propias de una road movie de terror cutre y el impulso de echar una mano hasta que al final la responsabilidad triunfa sobre el miedo y Enrique reduce la velocidad. ¿O acaso podría perdonarse hacer lo contrario?

Mientras se aproxima a la extraña, no puede evitar fijarse en ella: joven, delgada, atractiva, quizá algo pálida y elegantemente vestida de gris de los pies a la cabeza. No parece una campista extraviada y al uso. ¿Qué hará allí sola? Con cuidado detiene el vehículo junto a ella y baja la ventanilla.

-Hola, ¿necesitas ayuda?
-Sí, necesito que alguien me acerque al próximo pueblo.

La extraña no lleva ni equipaje, ni mochila, ni siquiera un triste bolso. Más extraño aún: va descalza. Pero algo en su mirada ambarina y en su armonía animal hace que Enrique confíe en ella desde el primer momento.

-Sube, te llevo.

La chica abre la puerta del copiloto y se acomoda suavemente en el asiento mientras con un gesto curiosísimo se acaricia el cabello con el envés de la mano tras ¿lamérsela? Cualquiera pensaría que... ¡Bah, tonterías! El coche reanuda su marcha y Enrique sigue su camino, feliz de ir acompañado aunque sea un rato por una joven que transmite tanta paz.

-¿Puedo preguntarte qué haces en mitad de la carretera a estas horas y sola?
-Ayudarme a mí y ayudarte a ti.

El coche avanza. Una curva. Otra. Y otra más. Y entonces lo nota: la tensión en el habitáculo aumenta y de pronto, ¡un grito! ¡Casi un aullido!

-¡Frena! ¡Frena! ¡Me estoy muriendo!

Nervios.

Desconcierto.

Un coche que frena a tiempo en una curva muy, muy peligrosa.

Y una joven que, tras gritar, desparece.

Enrique, parado sobre la cuneta, no puede dar crédito. ¿Ha pasado lo que ha pasado o solo lo ha imaginado? Las manos le tiemblan. Los gritos de la chica aún flotan en su mente, combinándose con el tembleque descontrolado y obligando a Enrique a bajar del coche para caminar, respirar y de paso, linterna en mano, echar una ojeada. Y entonces, sin saber bien qué busca, la ve.

Una gata gris, rota y cubierta de sangre, yace en el suelo: sin duda le han dado un buen golpe pero está viva. Enrique sacude la cabeza: no entiende nada pero aún así se acerca, la envuelve con una tela que llevaba en el maletero y la cobija en sus brazos. Ella no intenta escapar ni opone resistencia, más bien lo contrario. Y mientras le dedica un miau flojito y agradecido, un sentimiento de vergüenza pegajosa e inmensa le invade porque no, no encuentra ni rastro de la autoestopista pero ahora lo comprende. La chica... Sus palabras... El grito... ¿O acaso hubiera parado simplemente parar recoger a un animal herido?

Gato ConGatos Cuento CuentoConGatos ConGatosLoLoco Curva Gata
¿No crees que hay demasiados gatos olvidados en demasiadas curvas?

Cualquiera que conduce o viaja por carretera lo sabe: muchos animales, demasiados, deambulan perdidos por los arcenes y las calzadas y la mayoría acabará muriendo, acurrucados sobre el asfalto anónimo porque, por desgracia, detener el coche a tiempo o parar para auxiliarlos casi nunca es una opción. Demasiadas prisas, demasiadas cosas en la cabeza, demasiados: "Otro que venga luego le ayudará". Y por eso queremos dedicarles a ellos, a los deambulantes invisibles y abandonados, nuestro primer #cuentocongatos en este blog que comienza a rodar, no para que derramemos lágrimas vacías sino para que pensemos y aprendamos. Porque avanzar es importante pero detenernos también es una opción, una opción que puede salvar vidas. Y siendo así, ¿qué decís? ¿Nos acompañáis en este viaje?

Comentarios

  1. Nos subimos a vuestro auto, para avanzar y parar cuando haga falta. Se os echaba mucho de menos!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias, Pilar. Nosotros también echábamos de menos lo de bloguear pero hemos tenido que curar algunas heriditas y poner en orden nuestras ideas para volver a hacerlo con ilusión. Twitter, Facebook o Instagram son redes sociales maravillosas donde lo hemos pasado (y lo seguiremos pasando) genial pero nosotros somos blogueros de corazón y aquí nos sentimos como peces en el agua, encantados de que amig@s como tú se sumen a nuestro viaje. ¡Ronroneos, guapa! ;)

      Eliminar
  2. Esta muy bien este cuentocongatos para concienciarnos de ayudar a quienes necesiten nuestra ayuda sea quien sea .Muy bonito aeguid asi😽

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Muchas gracias por leerlo, disfrutarlo y extraer una enseñanza. Porque todos podemos necesitar ayuda alguna vez, seamos quienes seamos. Ronroneos y bienvenida a nuestro viaje :)

      Eliminar
  3. Perdón por falta de ortografía quería decir Seguid asi

    ResponderEliminar
  4. ¡Por supuesto! aquí estamos listos para subir a bordo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Un honor tener por aquí ya a los habitantes de La Casa de Mau. ¡Besotes y gracias! :D

      Eliminar
  5. Pura delicia leerte. Que sepas que tus textos en momentos duros, dan paz, ayudan. “Hay demasiados gatos olvidados en demasiadas curvas”. Un abrazo

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Bálsamo para las situaciones difíciles, cosquilleo para las felices. Pura delicia que nos leas, Cristina, y ronroneos a tus elementos :)

      Eliminar
  6. Con el cariño fiel y hasta hoy, mudo mis ojos recorren cada reglón de tus cuentos.. me haces llorar aún cuando me propongo firme que no pasará.
    Dónde mejor para soltar amarras y navegar que por tus letras con gatos, de gatos y por gatos...
    Ellos son mi vida y mis heridas.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Compartimos alegrías y penas, Pandora. Un placer que te unas a nuestro viaje :)

      Eliminar

Publicar un comentario