El taller de los gatos rotos

 

Todos los gatos lo sabían, que las puertas del pequeño taller de Joao siempre estaban abiertas para los felinos necesitados que requerían su ayuda. A nuestro mecánico le encantaba su trabajo, consciente de que era maravilloso pero también de que conllevaba una gran responsabilidad que él asumía con entrega y vocación. Justo por eso, Joao estaba de guardia todos los días de sol a sol y hacía tiempo que vivía y dormía en su taller, preparado, surtido y listo para entregarse en cuerpo y alma para reparar cuanto antes cada avería en el momento en el que algún pequeño descacharrado llamara a su puerta.

La noche que nos ocupa, mientras estaba en pleno inventario de repuestos a la luz del farol, alguien llamó a su puerta: toc, toc. Miró el reloj y asintió: a esas horas (la medianoche había pasado hacer rato) seguro que sería una urgencia.

-Voooy, ya voooy -gritó mientras dejaba el rollo de alambre que tenía en las manos y se dirigía hacia la puerta con premura. – Pero… ¿qué tenemos aquí? Si es ¡¡¡Cleo!!! Vieja amiga, ¿cómo tú otra vez tan pronto? ¿Qué te ha pasado esta vez?

-Sin querer me he vuelto a desgarrar el pellejo del cuello. ¿Crees que podrás ayudarme?

-Uff, la última vez ya nos costó bastante, ¿recuerdas? Eres un modelo tan antiguo que materiales para ti me quedan contados y veo que el estropicio es importante…

-Me duele tanto…

-Mmmmm… Déjame ver qué se me ocurre para repararte.

Tras valorar opciones, Joao decidió unir con grapas los bordes del roto, achicándolo tanto como pudo. Luego buscó en un par de cajones algo de pellejo ultrarresistente de última generación, lo cortó a la medida del cuello de la enjuta gata y en un pispás le preparó un collarín de lo más apañado, con forro de borreguillo y unos corchetes remachados que le permitieran abrirlo o cerrarlo según necesidad. El color no coincidía con el de su pelaje pero le sentaba bien, protegería la lesión y, para el caso, serviría. ¡Listo!

-Gracias, Joao. ¿Qué haría yo sin ti?

-Cuídate, ¿vale? Y a ver si la próxima vez solo vienes de visita.


Reparada y contenta, Cleo ronroneó al mecánico a modo de despedida y salió del taller. Y es que era una gata con más de 20 años sobreviviendo a pesar de las averías, de la edad y de la obsolescencia programada, maqueada, tuneada, zurcida y con más de un remache, pero operativa al fin y al cabo gracias a que alguien se preocupaba por ella. ¿Qué más se le podía pedir a la vida?

Y ronroneo ronroneado, este #cuentocongatos se ha terminado.

En la foto tenéis a la prota en carne y pellejo, Cleo la Gatosauria, una gata con más de 20 añazos acogida por la protectora @asociacioncristicats, un refugio extremeño que os recomiendo que si aún no conocéis descubráis: visitad sus redes y enamoraos de sus gatos: Uniojo del Mal, Fabio... Os lo pasaréis genial con sus historias narradas desde el optimismo por alguien que quiere cambiar el mundo y lo está consiguiendo. Y ya de paso si les queréis apoyar y ayudar, ¿a qué esperáis? ¡Hacedlo! Porque todo lo que es bonito, aunque parezca pequeño, es mejor que no hacer nada nada y merece la pena. ¡Ronroneos!

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