Ad astra

Una mañana de un día entresemana cualquiera, con el bullicio y las prisas habituales en una casa con tres gatos, Noa, Elmo y Wi se levantan y corren a la cocina a desayunar.

-Deja mi plato, enano, que eso es mío.

-¿No me dejarías probar un poquito?

-Venga, coge una croqueta y ya, ¿eh?

-¿Y yo? ¿Y yo? ¿Y yo puedo?

-¡Pero bueno! ¡Vale ya! ¡Sois unos pesados!

El jaleo entre platos y gatos es el de siempre, una algarabía familiar que observo divertida con una taza de te entre las manos mientras doy las gracias por tanta felicidad. ¿Acaso esta mañana entresemana de un día cualquiera tiene que ser diferente? ¿Por qué? Y entonces... 

Un escalofrío me inmoviliza.

Un zumbido nos aturde.

Una ráfaga helada recorre la casa.

Un gato gris oscuro se materializa por sorpresa al final del pasillo.

¡La vida y sus giros!

Desde donde estamos no se le distingue bien pero a Noa, a Elmo y a mí esa silueta nos resulta tan familiar... Al Wi en cambio el recién llegado no le suena.

-¿Quién es ese gato, humana?

-No estoy segura, Wi, pero parece...- me froto los ojos, incrédula. -Parece... ¿Rumbo? 

Al mismo tiempo que yo Noa también reconoce a nuestro gran azul y grita feliz y corre hacia él.

-¡Sí! ¡Es Rumbo!

Elmo en cambio no está tan ilusionado de verle y se le nota. Compungido y cabizbajo, simplemente le hace una pregunta:

-¿Ya es la hora, Rumbo?

-Sí, Elmo, como te dije el otro día, vengo a por ti.

-Pero yo no quiero irme todavía, que ahora estamos taaaaan bien. ¿Por qué no te quedas tú aquí con nosotros y somos felices todos juntos para siempre?

-Eso no puede ser y lo sabes.

Confundida, no puedo evitar intervenir.

-¿Irse Elmo? ¿A dónde?

-Tiene pendiente un viaje a las estrellas.

-¿Viaje a las estre...?

Antes de que termine mi pregunta, Rumbo chasca los dedos (algo que los gatos pueden hacer cuando vuelven del más allá) y por arte de birlibirloque la cocina se convierte en una nave espacial llena de consolas, pantallas, botoneras y mandos donde todos nosotros, vestidos con trajes espaciales la mar de molones y que nos quedan como un guante, flotamos ligeros aunque con algo de dificultad a causa de la ingravidez. Por la ventana ya no vemos la prosaica lavadora ni la ropa tendida ni nuestras macetas y plantitas, sino estrellas, ¡miles! Y planetas, satélites, cometas y galaxias, unas cercanas y otras muy, muy lejanas. ¡Menudas vistas para un pisito a las afueras!

-Pero... ¿qué ha pasado? ¿Dónde estamos?

-Querrás decir a dónde vamos, que hemos iniciado el viaje de Elmo a las estrellas, ese en el que podréis acompañarle un trecho. Disfrutad del paseo interestelar pero os aconsejo que os vayáis despidiendo porque a la velocidad que vamos muy pronto llegaremos a nuestro destino.

-¿Destino?

Elmo asiente y me mira amoroso como siempre con su único ojito, ese ojito que es el más bonito del mundo.

-Per aspera ad astra, humana... Per aspera...

Y esa cita de Séneca en boca de mi pequeño pirata lo deja todo claro: a través de las dificultades él llegará hasta las estrellas porque se va, tiene que hacerlo, a pesar de lo mucho que nos va a costar decirnos adiós. Ha llegado el momento, el suyo, el de nadie más. Y resignada al borde mismo de un adiós repentino, en el límite de lo que ya es inevitable, le achucho y le beso como tanto le gusta que haga, deseando condensar todo mi amor en aquel instante para que pueda irse tranquilo y seguro. Y tras varios minutos así por fin aflojo mi abrazo y le suelto no porque quiera sino porque tengo que hacerlo y le dejo flotar hacia Noa y Wi. Cosas de la gravedad 0 y de la atracción de los gatos celestes que se quieren, os lo podéis imaginar.

-Elmo, ¿te quedarás si prometo darte croquetitas de mi plato?

-Gracias por el ofrecimiento, Noa, pero me voy porque es la hora.

-¿Hora de comer?

-La hora de marchar.

-Ohhhh...

-Ay, pero no. Esto no puede estar pasando. ¡No, no, no! No te vayas, Elmo, ¿vale? Que juntos podemos luchar contra lo que sea.

-Ojalá tuviera más tiempo para estar contigo, Wi, pero este viaje hasta las estrellas no espera a nadie y tengo que irme.

Wi le da a Elmo un cabezazo de colegas y decide que no, que él no quiere quedarse atrás.

-Yo me voy contigo.

-No, Wi, a ti te queda mucho por vivir en la tierra y mucha felicidad que descubrir junto a la humana, el humano y Noa.

-Pero Elmo...

-Carpe diem, peque. Carpe diem.

Por fin Noa y Wi se funden con Elmo en un abrazo gatuno e ingrávido mientras los tres lloran como solo los gatos que se despiden pueden hacer. Sus lágrimas, pequeñas esferas líquidas y flotantes, se diseminan por la cabina de la nave salpicándolo todo de amor salado, incluso a mi.

Tan ensimismados entre adioses y lágrimas estamos que ni cuenta nos damos de que la nave ha aterrizado y de que una luz multicolor nos ilumina a través de las ventanas y las pantallas de la nave. Rumbo ya está listo y señala la escotilla.

-Elmo, ponte el casco, que es hora de bajar y recorrer el arcoíris.

-Cuídale, Rumbo.

-Así lo haré, humana.

-¡Nos vemos en las estrellas, familia! ¡Adiós, Noa! ¡Adiós, Wi! ¡Adiós, humana!

-Adiós, gordito mío. Adiós, gran azul. Adiós a los dos.

Y entonces les veo irse, dando esos graciosos saltos nada felinos que dan los astronautas cuando bajan de una nave, mientras distingo las primeras frases de lo que promete ser una conversación la mar de animada.

-Este es un pequeño paso para un gato y un gran paso para la felinidad. ¿Sabes que siempre había querido decir eso, Rumbo? ¡Qué gustazo!

-Pero mira que eres grande, colega. ¡Cómo te echaba de menos!

-Oye, ¿y aquí nos encontraremos algún alien? Mira que el de la peli del 8º pasajero era la mar de feo.

-Eso depende de lo que busquemos, Elmo. ¿Vamos?

-¡Claro! Hasta el infinito y más allá.

Elmo Rumbo Con Gatos Ad Astra
Elmo, hasta el infinito y más allá...

Justo en ese momento, la escotilla se cierra tras los dos gatos de mi vida, esos que ya no volverán a estar físicamente conmigo pero que siempre estarán en mi recuerdo y en mi corazón. Y Noa, el Wi y yo nos quedamos solos en la nave espacial que nos ha llevado hasta ese punto del tiempo y del espacio, esa que pronto vuelve a ser la cocina de nuestra casa con su ventana con vistas al tendedero y a nuestras plantitas. Nos sentimos desconcertados por su partida, dolidos por lo inesperado de la separación pero felices y mucho por haber sido tan afortunados de conocer y compartir toda una vida con un gato dulce, inocente y bonachón como nuestro siempre perfecto e inolvidable Elmo, un gato que ahora formará parte para siempre del cielo nocturno y del brillo de las estrellas.

Adiós, mi astronauta naranja y precioso. ¡Fuiste el sol de mi vida! Te hemos querido, te queremos y te vamos a querer siempre. D. E. P. y que disfrutes del arcoíris y de esos astros que esta vez eran tu destino.

Hay de aquí a las estrellas

de leguas una gran suma.

¿Pretenden con una pluma

saber lo que pasa en ellas?

Comentarios

  1. Como siempre consigues poner los pelos de punta y lágrimas en los ojos! Fuerza para toda la familia humana y gatuna….buen viaje Elmo!❤️

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Muchas gracias por desearle buen viaje a nuestro pequeño astronauta que, a partir de ahora, nos cuidará a todos desde las estrellas . ¡Ronroneos!

      Eliminar
  2. A pesar del dolor por su partida compartes ese momento con esa dulzura que te caracteriza

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Si algo nos enseñó Elmo fue a compartir dulzura. Ronroneos ❤️

      Eliminar
  3. Las lágrimas apenas me han dejado leer el cuento. Maravillosa y triste historia, perfecta para nuestro querido Elmo. Un ronroneo cargado de amor a las estrellas que acogen a dos almitas tan especiales. Siempre estarás en nuestro corazón Elmo (y Rumbo). ❤️

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Siempre con nosotros, cuidándonos desde las estrellas. Ronroneos ❤️

      Eliminar

Publicar un comentario