Las trece ELMOnadas

Trece, ni uno más, ni uno menos. Esos son lo años que cumplió Elmo justo una semana antes de viajar a las estrellas. Y de eso ya hace dos meses. Cómo pasa el tiempo, ¿verdad? Pero nada de lagrimitas, que quiero que esto nos pinte a todos una sonrisa, que hace un par de semanas que me propuse contar trece curiosidades de mi pequeño pirata, una por cada año cumplido, a modo de homenaje, a modo de recordatorio, con toda la ilusión y allá van ¡las trece elmonadas más monas del fantástico Elmo!

1. Tenía solo un ojito con el que veía a medias pero era el ojo más bonito del mundo y, como yo siempre decía, ese ojo único y traslucido valía oro y le permitió hacer una vida tan normal que a menudo no me daba ni cuenta de que era tuerto. ¿Lo era?
2. A veces, cuando dormía en nuestra cama, se ponía justo en medio, entre mi marido y yo pero no enroscado como un gato sino con pose de persona: tumbado de lado, con la cabeza apoyada en la almohada y el cuerpo estirado tapadito con las mantas.
3. Sabía abrir cajones: los del baño, los de la cocina, los del mueble escalera... Los abría y se dedicaba a rebuscar entre las cosas que había dentro por si había algo que le interesara. Como comprenderéis, esta habilidad nos obligó a ingeniárnoslas para colocar todas las cosas potencialmente peligrosas (tijeras, cortaúñas, cuchillos...) fuera del alcance de sus mañosas patitas.
4. Era enseñarle su cepillo y allá que lo tenías tumbado para hacerle lo que quisieras. ¡Horas podías pasarte cepillándole ese pelo suave, suave, incluso aunque fuera con el Furminator! Y de ese vicio confesable nos queda una colección de cepillos considerable que ahora seguirán usando Noa y Wi en su honor aunque seguro que no con tanto gusto.
5. Bien sabido es que los gatos ronronean aunque cada uno a su manera: Elmo era de los que ronroneaban superfuerte y durante sesiones larguísimas. ¡Parecía un tractor! 🚜😸 Si de verdad escuchar y sentir el ronroneo de un gato es sanador ¡la de horas de tratamiento que me he ahorrado al lado de mi niño!
6. Le encantaba que le cogiéramos. Pero le encantaba ¡de verdad! Tú le cogías y él se ponía blandito y relajado, tipo los relojes de Dalí, adaptándose a tu abrazo, a tu cuerpo, a tu postura. Y podía pasarse así todo el tiempo del mundo o al menos hasta que tú aguantaras sus casi 7 kilos de peso sin que se te durmieran los brazos.
7. Tenía muchas colchonetas, hamacas, mantitas, camas, sofás e iglús pero un sitio donde le gustaba estar horas y horas era en el cesto de la ropa, uno de plástico amarillo que tenemos hace años. Y lo hacía estuviera vacío o lleno de ropa limpia que planchar y llenar de pelos. ¡Así era mi niño!
8. Llevaba años poniéndose a maullar a grito pelado de madrugada casi todas las noches y nunca supimos por qué. Incluso le compramos luces quitamiedos para ver si era por culpa de la oscuridad o por algún terror nocturno, pero nada. ¿Nos despertaba? Sí. A nosotros y me temo que a todos los vecinos. Y aunque cuando pasaba era un fastidio ¡daría lo que fuera por que siguiera haciéndolo!
9. Una de sus misiones en la vida debió ser asegurarse que salía limpia de la ducha: me esperaba al otro lado de la cortinilla y en cuanto salía y me envolvía con la toalla ya estaba poniéndose a dos patas para oler si algo había cambiado en mí y para frotar su carita conmigo, no se me fuera a ocurrir salir al mundo sin mis dos gotitas de eau de Elmo.
10. Uno de los días más especiales que vivió Elmo fue el día en el que por fin pudo conocer, oler y tocar al Wi. Porque él sabía que al otro lado de la puerta de la habitación de cuarentenas había algo pero ni se imaginaba lo que era: ¡un amigo pequeñito y especial! De verdad, nunca vi tanta alegría ni tanta química como el día que Elmo encontró al mini Wi. ¡Fue amor a primera vista!
11. Mi marido siempre deja un reloj de pulsera sobre la mesilla de noche para que nos despierte. Hasta aquí todo normal. Pues toooodas las noches Elmo lo tiraba al suelo salvo el fin de semana, cuando el reloj estaba en su sitio pero con la alarma sin conectar y entonces no le hacía ni caso. ¿Alguien lo entiende?
12. En los últimos meses a Elmo le dio por subirse al lavabo para tirar las cosas que teníamos por ahí encima (cepillos de dientes, botes de crema, jabones...) utilizando un mueble auxiliar a modo de punto de apoyo. Para evitar que lo hiciera, compramos un montón de cajas de pañuelos de papel y construimos una muralla que llamamos la muralla de Elmonano (en honor a la de Adriano en Britania) Dos meses después de su partida, de la muralla ya queda poco (somos alérgicos y ya se sabe) pero alguna caja aún resiste.
13. Elmo tenía un club de fans impresionante. Mucha gente le tenía cariño, algunas veces tras conocerle en persona y otras a pesar de no conocerlo mas que vía redes sociales y por eso este recopilatorio de elmonadas es un poco para todos: para mí, para él, para ti, para todos. ¡Si es que mi pirata era un sol y se notaba! ¡Gracias por haberle querido tanto!

Elmo con pajarita, septiembre 2014. Foto de @carpomares.

Os dije trece y he cumplido. Y menos mal que me puse un tope porque las monerías de Elmo eran tantas (seguro que lo intuís) que podría seguir hasta el infinito pero tampoco es cuestión de contarlas todas y de aburrir al personal, ¿verdad? Eso sí, antes de acabar este post tan especial quiero añadir una cosa: que tuve suerte, ¡muchísima!, por compartir trece años con un gato tan pocholete, optimista, bonachón y tierno que me enseñó que hay que aceptar las cosas como vienen y que hay que encontrar el lado bueno hasta a lo que parece que no lo tiene y justo en eso estamos. ¡Ronroneos y estrellas! Y que la Vía Láctea te sea leve, mi precioso pirata naranja 🌟