El cazador cazado

Mucho se está escribiendo últimamente acerca del impacto perjudicial que los gatos ejercen sobre la biodiversidad de nuestros ecosistemas, habiendo sido tildados como especie invasora y condenados sin miramientos por algunos biólogos conservacionistas a causa del éxito de sus capacidades cinegéticas. Y cuando el río suena algo de razón lleva pero ¿acaso toda la culpa es merecida?

El gato cazador.

Los gatos cazan y lo hacen muy bien. Es parte de su naturaleza. Su morfología e instintos corresponden a los de un predador solitario armado hasta los dientes y diseñado para matar, tenga o no tenga hambre, y no estamos aquí para negarlo pero tampoco vamos a pasarnos de simples, ¿verdad? Que nuestros ecosistemas están muy tocados y su biodiversidad en caída libre pero está claro que no son los gatos la única causa de todos los males que asolan a nuestro entorno. ¿O vamos a olvidarnos por arte de birlibirloque de la contaminación, de los vertidos, del urbanismo descontrolado, del tráfico, de los incendios, etc.? Lamentablemente, los gatos se han convertido en una cómoda cabeza de turco para algunos sectores que, aprovechando cierta ailurofobia rancia y persistente, tratan de convencer a la opinión pública por medio de estudios sensacionalistas con impacto en los medios de comunicación de la necesidad de erradicar lo antes posible a las comunidades felinas de nuestros hábitats en pro de proteger a la ya muy maltrecha fauna autóctona al amparo de los proyectos 2030 pero ¿en serio pensamos que si eliminamos a los gatos de la ecuación se acabarán los estragos?

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Gato versus ratón o cazador versus presa. Foto vía Pixabay.

Rompiendo lanzas en defensa de los gatos.

1ª. Los gatos no pueden ser considerados una especie invasora a estas alturas del cuento por el simple hecho de que llevan miles de años caminando a nuestro lado. Además, viendo cómo está el patio, es irónico que fuera justo su habilidad cazadora la que convenció a los seres humanos, allá por el 7mil a. C. (fecha estimada para los inicios de su presencia en el área del creciente fértil), de la idoneidad de su compañía en aquellos incipientes núcleos de asentamiento estables donde el hacinamiento de personas y víveres (en almacenes, en silos...) pronto se convirtió en un foco de atracción para dañinas plagas de roedores e insectos. Más que domesticación, lo que ocurrió es que se fundó de forma espontánea una provechosa relación humanos-gatos en la que ambas partes salían beneficiadas: los humanos lograron que las plagas fueran controladas y los gatos disfrutaron de un inagotable bufé libre. Una representación clara de la frase “Por el interés te quiero, Andrés”. Entonces, si los gatos llevan tantos años siéndonos útiles y a nuestro lado... ¿por qué se han convertido ahora en un problema?

2ª. A los gatos, tanto errantes como domésticos con acceso al exterior, se les acusa en la actualidad de causar millones de muertes de aves, pequeños mamíferos y reptiles cada año e incluso se les asocia con la extinción de 63 especies de pequeños vertebrados (sí, sí, he escrito una palabra grandota: EXTINCIÓN) ¿Es esto verdad? Los datos están ahí vía estudios sesudos pero no siempre imparciales que se han dedicado a contabilizar el nº de víctimas muertas a mano de los gatos (en EEUU, en Reino Unido, en Australia, etc) aunque si miramos más allá de la zarpa y nos remitimos al origen del problema comprenderemos que la mano del hombre tiene mucho que ver y siempre, siempre, siempre está detrás. Volviendo a los gatos, que es lo que nos ocupa, es justo a causa de la intervención de los seres humanos (que les permiten criar, que los abandonan, que los alimentan, etc) que su éxito reproductor (ya de por sí considerable) está alcanzando cotas inimaginables y sus colonias cada vez son más numerosas. Pero ¿de verdad han sido capaces de acabar con especies enteras sin ningún tipo de ayuda? En territorios insulares y frente a especies ya al límite, quizá ellos han sido la gota que faltaba para colmar el vaso pero en otros territorios más amplios es algo que habría que demostrar.

3ª. Ergo... El conflicto gatos-conservacionistas en realidad radica en la superpoblación de los primeros. El gato es un depredador que, no nos engañemos, caza por hambre y caza por instinto. Y vía el abandono y la cría descontrolada (factor humano, insisto, de por medio) cada vez son más numerosos. ¿No sería lógico pensar que controlando su procreación por medio de programas CER (Captura-Esterilización-Retorno) bien planificados, organizados, constantes y sacados adelante con dinero público y no de particulares así como castigando tanto la crianza como el abandono indiscriminados frenaríamos la curva de crecimiento de las comunidades felinas y por ende su incidencia depredadora? Esto, sumado a la creación de refugios para fauna autóctona y no guetos para gatos permitiría alcanzar cierto equilibrio en un plazo de tiempo inversamente proporcional a la cantidad de recursos invertidos. Pero claro, para esto hay que gastar dinero, dinero que, al parecer, ciertos sectores científicos y públicos consideran que es mejor gastarse en sacrificios que son pan hoy pero hambre para mañana. ¿O nadie ha oído hablar del efecto vacío? Cuando vacías un territorio de gatos pronto llegarán otros, es inevitable.

4ª. Los conservacionistas tildan a los gatos de especie invasora y pretenden resolverlo todo eliminándoles de la ecuación por medio de la captura, el encierro y/o el sacrificio. Guetos y muerte, ¡ahí es nada! ¿Acaso no os chirría así, a priori, que se condene a toda una especie a desaparecer a causa de su capacidad de adaptación y su triunfo dominando el territorio? ¿Dónde queda el respeto por sus vidas? Porque controlarlos (castrarlos, censarlos, alimentarlos y medicarlos) sí pero matarlos... Va a ser que no.

A modo de conclusión.


La vida es cambio y, como dijo el filósofo griego Heráclito en el S. V a. C, nunca podemos bañarnos dos veces en el mismo río. Siguiendo este razonamiento ¿acaso es posible recuperar y conservar nuestros ecosistemas intactos? ¿No han cambiado ya suficiente? Y si de recuperar su situación del pasado hablamos ¿a qué estadio de la biodiversidad nos referimos? ¿Al de hace una década? ¿Al de hace un siglo? ¿Al del Jurásico cuando solo dinosaurios y plantas habitaban la tierra? Seamos conscientes, seamos sinceros: cada intervención que como individuos o como colectivo ejercemos sobre nuestro entorno va a tener efectos, a veces irremediables, sobre el mismo. ¿O acaso alguna vez os habéis planteado que algo tan simple como la instalación de césped artificial en nuestras ciudades está provocando el descenso de la población de gorriones? Pues así es. Quién iba a decirlo, ¿verdad? Pero mientras son varias las causas que se ciernen sobre nuestros ecosistemas y los conducen a su destrucción (pesticidas, vertidos, reducción de zonas verdes, invasión de hábitats naturales con edificaciones e infraestructuras, accidentes en carretera...) siempre es más vistoso culpar a los gatos y colgarles el sambenito de destructores totales en vez del rancio cascabel. En fin...

Para saber más.

👉 Palacios, C-J. "El césped artificial sienta muy mal a los gorriones", vía La Crónica Verde.

👉 "Gatos cazadores", vía Magazine de Zooplus.

👉 "Solo los hechos: el efecto vacío", vía Alley Cat Allies.

👉 Heredero, L. "Muerte de aves: la culpa es de los gatos y no de las turbinas eólicas", vía BBC Mundo.

👉 Pérez Luzardo, o. et alii. "Control efectivo de poblaciones de gatos en libertad. Parte 1: perspectiva veterinaria", vía Diario Veterinario.

👉 García Torres, S. y Manzanero, R. "La ley de protección animal, una oportunidad para la protección de los animales y la biodiversidad", vía Animaleros-20 minutos.

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